El lobo y el circo
Madre yo no soy la fiera del circo que aparenta dormida.
Tú que conoces todos los instantes del
equilibrio
recuérdame
el nombre, la fecha de los auxilios. Los accidentes.
Ahora
que confundo el hilo de los recuerdos
y el
correo niega hasta el último de los mensajes.
Todos
los días abro los brazos
como
un agujero así de grande
por
donde se me escapa un montón de cosas.
Cada
uno inventaría sus puentes para saberse loco
mientras
yo sólo reclamo una llanura para mis peces atrapados.
Sé que
debo luchar.
Perdona
mi falta de fe
si en
este instante suenan débiles mis palabras.
Si
tuviera al menos la incomprensión
pero
ni tus súplicas al cielo hacen trampas.
Nadie
tiene la culpa,
el
mundo no puede cobijar más excepciones.
Vivimos
tan llenos de rencor
que ya
no quedan simulacros a la venta.
Cada jornada
es la página perdida,
no la
última de consignas y discursos.
Acosa
el hambre, pero aún me sostiene la luz.
Odio
al lobo de los cuentos
por
cometer errores, enormes, tremendos.
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